viernes, 6 de noviembre de 2009

Desarrollo Economico

Aparición en la economía mundial

Hacia mediados del siglo XIX la economía Argentina comenzó a experimentar un crecimiento rápido por la exportación de sus materias primas provenientes de la ganadería. Esto marcó el principio de un período significativo de expansión macroeconómica. Entre 1870 y 1914, la economía argentina sostuvo una tasa media de crecimiento superior al 5 % por año. De hecho, hacia 1913, los ingresos per capita habían alcanzado aquellos niveles sostenidos por Francia y Alemania, muy superiores a países hoy más desarrollados que la Argentina, como Italia y España, pero al mismo tiempo representaban poco menos de la mitad de los de Australia y Estados Unidos.

La explotación de la tierra: estancia vs. chacra

Desde su creación como Virreinato del Río de la Plata hasta la actualidad, Argentina, es uno de los países con mayor superficie apta para el desarrollo de la agricultura en el mundo, hecho que le ha dado ventajas comparativas en este factor de producción. En el siglo XIX la economía rural estuvo casi completamente dedicada a la ganadería y la agricultura. Sobre el curso de la historia cada uno de estos dos sectores experimentó los períodos de crecimiento y contracción en sus mercados.

La oferta agropecuaria, constituyó la base del desarrollo económico de la Argentina en el período 1880-1930. La producción de carne y cereales, para el mercado mundial fue modelo sobre el que se fueron forjando además otros factores, desde los transportes hasta la misma organización política de la Nación.

Desde 1890 hasta 1930, Conquista del Desierto mediante, la agricultura pampeana pasó de cultivar unos 2 millones de hectáreas a más de 25 millones, una evolución similar ocurrió con la producción de carne, favorecida por el surgimiento del frigorífico. Las exportaciones argentinas pasaron de 70 millones de pesos oro en el quinquenio 1880-84, a 380 millones en la década de 1910. Para la década de 1920, las mismas oscilaron en torno de los 800 a 1.000 millones de la misma moneda.

Los sectores más lúcidos de aquel momento, como Sarmiento, Juan B. Justo o Juan Alsina, sostuvieron la necesidad de estructurar el nuevo sistema económico sobre la base de la «chacra» y no de la «estancia». La chacra se diferenciaba radicalmente de la estancia: era, en primer lugar una institución nueva, impulsada por un sector social nuevo, como lo eran los inmigrantes provenientes mayoritariamente de Europa, a través de las leyes de colonización. Por otra parte, la chacra era relativamente pequeña y su dueño vivía y trabajaba en el campo. El chacarero era así concebido como un trabajador autónomo rural propietario de sus tierras, con un gran parentesco al «farmer» norteamericano. Finalmente la chacra, al crear sólidas bases locales y una extendida clase media rural, abría inmediatamente paso al desarrollo de la agroindustria primero y de la industria metalúrgica después.

La estancia en cambio, se apoyaba en el latifundio y en ganancias mayormente rentísticas, su propietario vivía en las grandes ciudades y continuaba con las relaciones semi-serviles provenientes de la colonia, con los trabajadores de la tierra. Al concentrar la riqueza en pocas manos, dificultaba la creación de mercados internos, adoptando una posición abiertamente anti-industrial.

El modelo de desarrollo basado en la chacra tuvo cierta importancia, sobre todo en la provincia de Santa Fe, de la mano de Aarón Castellanos, pero para fines de siglo, las presiones políticas y económicas llevadas adelante por los estancieros y los ferrocarriles ingleses, impusieron el modelo de la estancia como dominante del sistema económico argentino, cerrando el acceso a la propiedad de la tierra a los inmigrantes, que entonces se volcaron hacia las ciudades.

Modelo agroexportador superpuesto con modelo de sustitución de importaciones (1930-1975)

Después de la Crisis de 1929, un nuevo modelo de crecimiento económico comenzó a surgir lentamente, aunque de un modo considerablemente diferente al de otros países de la región.

Por un lado los sectores exportadores de productos ganaderos y cerealeros, principalmente los grandes latifundistas y las empresas frigoríficas y ferroviarias británicas, intentaron recrear el modelo exportador. El Pacto Roca-Runciman de 1933 entre Argentina y Gran Bretaña tenía ese objetivo.

Por otra parte, y en sentido paralelo, comenzó a desarrollarse durante el período 1930-1943 un proceso de industrialización por sustitución de importaciones, con eje en empresas estatales con fuerte influencia militar (YPF, Fabricaciones Militares, Altos Hornos Zapla), y algunas filiales de grandes empresas norteamericanas y sobre todo una gran cantidad de fábricas pequeñas y medianas de capital nacional, especialmente en el sector textil.

El resultado fue que el sector agro-exportador permaneció sin realizar cambios de fondo (en particular en la Argentina no se realizó una reforma agraria orientada a crear una propiedad capitalista de la tierra) y se superpuso a un nuevo modelo de industrialización orientado al mercado doméstico. Ambos sectores se constituyeron de manera autónoma, sobre dinámicas, reglas y principios diferentes, y muchas veces en abierta colisión. El sector agroexportador se desarrollaba orientado al comercio internacional, sobre las pautas de la economía liberal clásica, con una presencia preponderante del latifundio y un muy bajo empleo de tecnología y mano de obra (menos del 10% del total nacional), que a su vez estaba sujeta a relaciones laborales paternalistas. El sector industrial comenzó a desarrollarse orientado al mercado interno, con una presencia preponderante del Estado, sobre las pautas de la nueva economía keynesiana que irrumpía en Estados Unidos con el New Deal, y una gran demanda de mano de obra asalariada sujeta a relaciones laborales colectivas entre el trabajo y el capital. Las grandes tensiones y conflictos que tenían que surgir inevitablemente de la convivencia de dos sistemas inconexos y hasta incompatibles, tendió a desarrollar un fuerte Estado interventor.

Si bien el gobierno no tuvo intervención con la política de crecimiento conducido por la exportación, en esta forma nueva sí tuvo participación directa. En un esfuerzo por limitar la dependencia del país del mercado internacional, medidas inducidas por el gobierno como la nacionalización de la industria doméstica fue apuntada para alentar un desarrollo interno, autónomo.

Si bien es cierto que la Argentina fue capaz de crecer con este esquema de dos sectores económicos mal integrados, la dinámica del desarrollo económico no fue suficiente para que el país se convirtiera en una nación desarrollada, repitiendo de algún modo lo que había ocurrido con el modelo agro-exportador de fines del siglo XIX y principios del XX, con el que la Argentina experimentó algún tipo de industrialización pero no se transformó en un país "industrializado".

Las políticas económicas neoliberales adoptadas desde la década de 1970 por los gobiernos militares, y seguidas por los gobiernos civiles, determinaron una concentración progresiva de la riqueza e hicieron que la población perdiera el nivel de vida que había alcanzado a mediados del siglo XX con un aumento exponencial de la deuda externa nacional, que se elevó de 7.875 millones de dólares al finalizar 1975, a 45.087 millones de dólares en 1983. La relación porcentaje de deuda externa sobre PBI, es una de las más elevadas de América Latina donde los países que la conforman cargan con grandes deudas externas. Esto significa un serio obstáculo para las políticas de desarrollo.

Durante la década de 1980, considerada como la década perdida paraAmérica Latina, la Argentina creció a tasas magras Sin embargo en 1983, el país seguía sosteniendo indicadores aceptables ya que la tasa de desempleo apenas rozaba el 4 por ciento de la población económicamente activa, menos del 10 por ciento de la sociedad estaba bajo la línea de la pobreza y no existían indigentes.

Las altas tasas de inflación que caracterizaron a la economía argentina desde la Segunda Guerra Mundial hicieron eclosión con los procesos hiperinflacionarios de 1989 y 1990, durante los cuales la pobreza se elevó momentáneamente hasta un inédito nivel del 47,3% de la población del aglomerado Gran Buenos Aires.

Los años 90: apertura económica

Las reformas económicas de esta década se han basado en la privatización de los servicios públicos y en la apertura de la economía. En 1991, el ministro de economía Domingo Cavallo recurrió a la paridad del peso argentino con el dólar estadounidense (Ley de Convertibilidad) debido en parte a la acuciante inflación que sufrió el país a fines de los 80´. Comenzaron a registrarse así altas tasas de crecimiento entre 1991-1994 y 1996-1998. En 1995 por el Efecto Tequila —que demostró cómo un hecho externo podía influir en el país producto de la globalización— provocó un crecimiento negativo del PBI. Éste llegó a alcanzar los 300.000 millones de dólares en 1998. El PBI per cápita nominal (el más alto durante la década del 90´ en América Latina) llegó a los 8.300 dólares ese mismo año. Las exportaciones pasaron de 12.500 millones de dólares en 1990 a casi 27.000 millones de dólares en 2000 con un aumento del 110% en ese período. Todas estas cifras fueron récord para el país. Sin embargo, este modelo produjo una concentración económica en los sectores financiero, de servicios y agroexportador, al mismo tiempo que una desocupación estructural cercana al 20% en sus peores momentos. Desde 1994 hasta el tercer trimestre de 2006 la desocupación a nivel nacional ha sido siempre de dos dígitos. La pobreza medida en el aglomerado Gran Buenos Aires osciló en ésta década entre el 33,7% en 1990, el 16,1% en 1994 y el 26,7% en 1999, siendo más baja de la registrada en la crisis hiperinflacionaria de fines de los 80'.

En 1995, la economía local se vio afectada negativamente por el llamado Efecto Tequila, que provocó un aumento inédito de la desocupación a nivel nacional hasta un 18,4% . También se revirtió la tendencia descendente del índice de pobreza, que en el aglomerado del Gran Buenos Aires (el más importante del país), entre 1990 y 1994 había llegado a un mínimo del 16,1%. A excepción de 1995, en la década del 90' la economía creció fuertemente hasta mediados de 1998.

Crisis del 2001

Artículo principal: Crisis de diciembre de 2001 en Argentina

Mercado de trabajo argentino, 2001.

Los recurrentes problemas de este modelo noventista determinaron una recesión desde 1998 que estalló a finales de 2001, y terminaron por provocar el fin de la Ley de Convertibilidad monetaria con importantes secuelas de crisis económica, política y social. Una de las más notables, luego de una corrida bancaria que desestabilizó al sistema financiero, fue la restricción a la extración de dinero en efectivo de fuentes bancarias (medida que se conoció como Corralito). En 2002, en parte por la devaluación que adoptó el país luego del default de la Deuda Externa (pública y privada) casi el 60% de la población pasó a ser pobre en términos de sus ingresos económicos y el producto bruto interno a precios corrientes de 268.697 millones de dólares en 2001 se redujo casi un 64% a fines de 2002. En el periodo recesivo y posterior crisis (junio de 1998 a 2002 inclusive), éste sufrió una perdida del 19,5% acumulada, registrándose el mayor descenso en el último año de la crisis con un decrecimiento del 10,9%. Una de las principales secuelas que dejó la crisis de 2001 fue el aumento de la inequidad en la distribución de la riqueza en comparación con los demás países de América Latina. A nivel nacional la pobreza alcanzó al 57,5% de la población, la indigencia al 27,5% y la desocupación al 21,5%, todos niveles récord para el país.


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